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Desmitificando las TIC: ni herramienta ni panacea.

Nos propusimos analizar el relato compartido por Gimena “Filosofar con TICS”, en el cual cuenta su experiencia en la materia Filosofía en su paso por la escuela secundaria.


Elegimos esta experiencia ya que incluye pistas para pensar varias cuestiones. Entre ellas, la evaluación. Nos invita a poner en suspenso el modo tradicional, el simple examen, y aventurarnos a pensar estrategias vinculadas a las formas de trabajo en el aula, y sobre todo, como lo menciona Cobo (2016), recuperando y valorando estrategias no cognitivas extracurriculares, en contraparte al examen tradicional que pondera los proceso cognitivos que “demuestran” los estudiantes al reproducir lo dado por el docente. En el relato de Gimena, la evaluación forma parte del mismo proceso de enseñanza llevado adelante por el docente.


Por otro lado, nos llevó a pensar los modos de relación con el conocimiento. Las TIC, en este caso, muestran la necesaria transformación pragmática y epistemológica que la escuela no puede evadir. Conmoviendo esa tríada didáctica tradicional donde el docente es el poseedor del saber, el que está por encima e ilumina a sus alumnos (sin luz). Las fronteras del adentro y el afuera de la escuela se desdibujan, la escuela ya no puede seguir siendo concebida como el santuario del saber.

Asimismo, no toda información responde a un conocimiento, en el relato escuchamos como el docente ofrece sitios webs que de alguna manera considera validos, poniendo un criterio en la búsqueda, funcionando como “curador” de la información.

El papel de la escuela, y por ende, del docente, cambian. Como Pozo (2014) propone, hace 40 años las lógicas de relación con el conocimiento eran relativamente similares dentro y fuera de la escuela. Pero hoy, el rol del docente tiene que transformase, ya no puede seguir operando como transmisor porque el saber ya es accesible (Serres: 2013), lo que sí, tiene que ayudar a los alumnos a gestionar el tráfico de esa información.


Por otro lado, la experiencia relatada nos invita a pensar una ruptura en relación a que las TIC “servirían” solo para mantener, si se quiere, a los alumnos motivados. También, a pensar en los trabajos grupales, no solo como simple “consigna de trabajo” sino como una estrategia para aquellas producciones, que como propone Litwin (2008) se tornan labores complejas de exploración, análisis y resolución de problemas.

Las tecnologías de la información y la comunicación nos proponen pensar en complejizar el término innovación. Podríamos presuponer que el docente de filosofía de la compañera, innovó solo por el hecho de pedirles que lleven computadoras a su clase y realicen el trabajo con ellas. Innovar es mucho más. Es una actitud. Es un proceso creativo, implica crear y recrear, implica ser no solo consumidores sino coproductores. (Huergo: 2014).

Aquí acudimos a Litwin (2008), quien nos propone una apertura de sentidos, no sólo pensar la incorporación de TIC en el aula como “un espectáculo de entretenimiento”, sino más bien lograr reales desafíos cognitivos, y experiencias formativas para los alumnos.


En resumen, las TIC conmueven las prácticas y discursos pedagógicos tradicionales, poniendo en visibilidad los desafíos que se le presentan a las escuelas. Existen nuevas formas de comprender el mundo, y las escuelas no pueden quedar por fuera. Las fronteras del adentro y el afuera tienden a resquebrajarse, ya no puede representarse dentro de una escena ficcional.

Es necesario, poner en valor desde lo curricular, habilidades que excedan lo estrictamente cognitivo, potenciando la creatividad y la imaginación a través de experiencias educativas enriquecedoras que recuperen estos nuevos modos de socialización y de relaciones con el conocimiento.

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